Nunca, en ningún sitio podrás hacer fotos más bonitas que en una puesta de sol en La Albufera de Valencia. Y nunca, en ningún momento había pensado que una de las actividades más interesantes en uno de los lugares más originales, iba a estar a escasos 15 kilómetros de la puerta de mi casa. Pues así es.

Hoy os quiero enseñar este lugar tan único como poco masificado. Si nunca has visto una puesta de sol en la Albufera ya tardas, si has ido a la Albufera pero no a la hora de la puesta de sol no te lo pierdas, te gustará aun mas, y si ya lo has hecho, repite, como seguro que haré yo.

Te diré como puedes pasar un día estupendo, contándote lo que hice yo, por si te sirve de idea.

Puedes empezar la mañana recorriendo una de las rutas que atraviesan la Devesa de El Saler o simplemente dando un paseo por la orilla del mar.
Nosotros empezamos el día, un sábado de diciembre algo ventoso, comiendo en un restaurante de los muchos que hay en El Palmar, un all i pebre y un arroz negro. Comimos en el Restaurante Albufera, pero elijas el que elijas seguro que aciertas.
Arroz puedes elegir el que quieras, pues todos están buenos: arroz a banda, del senyoret, con pollo y conejo, con pato y caracoles o el arroz negro como pedimos nosotros, pero lo que no puedes dejar de tomar es el all i pebre de anguilas, tan típico de este pequeño pueblecito de pescadores, ya que las anguilas solo se crían y se pescan en la Albufera.

El viaje hasta El Palmar ya vale la pena. En cuanto sales de Valencia por la V-15 y llegas al Saler, la carretera se adentra por el medio de la Devesa y el paisaje es precioso. Si miras a la derecha tienes, primero los campos de arroz, en estos momentos del año cubiertos de agua, y poco después La Albufera en toda su extensión, y si miras a la izquierda una densa pinada que esconde, al otro lado de los pinos, las dunas y el mar.

Y cuando llegas al desvío hacia El Palmar la carretera se estrecha y vas cruzando pequeños canales por puentes diminutos, en los que solo cabe un coche.
El Palmar antiguamente era una isla colocada en medio de la Albufera hasta que en 1930 se construyeron estos puentes y la carretera que actualmente une el pueblo del Palmar con tierra firme.

Cuando más se popularizó esta pedanía de Valencia fue con la serie Cañas y Barro, basada en la novela de Blasco Ibáñez, y actualmente con la serie El Embarcadero, emitida en Movistar, ambas rodadas en El Palmar y teniendo como principales protagonistas los paisajes de la Albufera.
Y estos paisajes son los que íbamos a conocer después de comer. Contactamos, de una manera algo informal con un simple whatsap, con unos de los varios barqueros que realizan paseos con sus barcas por la Albufera, y en esta ocasión, y como el sol se ponía sobre las 17´30 y queríamos ver atardecer, quedamos con Iván, el barquero, a las 16´45h.

Una vez pagados los 5€ por persona y montados en la barca, Iván el barquero, nos llevó por algunos canales hasta que, de repente, apareció ante nosotros la Albufera en toda su grandeza. Es mucho más grande de lo que yo pensaba cuando la había visto desde el mirador que hay en la carretera del Saler, justo al lado de la Gola de Puchol.


Porque el lago de la Albufera está conectado con el mar por medio de tres golas, la del Puchol, la del Perelló y la del Perellonet. Esa conexión con el mar es la peculiaridad de este lago, y a pesar de que en su origen tenía el agua salada, en la actualidad la tiene dulce, debido al crecimiento, sobre todo en el s. XIX, de la plantación de campos de arroz, que hicieron que la extensión de la Albufera disminuyera, ya que, en principio era mucho más grande.
Detalles como éstos nos va explicando nuestro barquero mientras recorremos las tranquilas aguas de este gran lago de agua dulce, el más grande de España, y que solo tiene un metro de hondo en sus partes más profundas, por lo que, aunque ahora las barcas van a motor, antiguamente se movían perchando, o sea apoyando un palo o percha en el fondo de la Albufera e impulsándose con él.

Iván nos enseñó donde están los lugares donde se pesca la anguila y cómo se hace, dónde anidan las aves que vienen a pasar aquí el invierno antes de seguir su camino hacia África, y muchas más anécdotas de este curioso lugar en el que ha vivido toda su familia desde hace generaciones.

Solo el sonido de las distintas bandadas de pájaros: moritos, patos, garzas, hasta un águila perdiguera, suenan a tu alrededor. Puedes ver Valencia a tu derecha, los pueblos de Silla y Catarroja frente a ti y a tu espalda los enormes edificios de El Saler, que se empezaron a construir en ese proyecto frustrado donde se pensaba convertir al Saler en otro Benidorm.

Y cuando se va acercando el momento de la puesta de sol, Iván coloca la barca en medio del lago, para el motor, y empieza el espectáculo. Y el sol va cayendo y cayendo y tú no das abasto a hacer fotos y a deslumbrarte con los colores que se muestran ante ti.

Y te olvidas de que prácticamente estás al lado de tu ciudad, pero aun así te encuentras en plena naturaleza. Sublime.
Una vez se esconde el sol volvemos, esta vez más rápido, al embarcadero del que hemos salido. Ya se empieza a notar el frio porque no debemos olvidar que estamos en Diciembre. El paseo ha durado alrededor de tres cuartos de hora y quedamos con Iván, el barquero, que tenemos que volver en verano para disfrutar del buen tiempo.
Por el camino de vuelta pasamos por varias barracas, que es la casa típica de la huerta valenciana, de la que ya quedan pocos ejemplos en pie.

Cae la noche sobre el pequeño pueblo del Palmar. Volvemos a casa satisfechos y contentos de cómo ha transcurrido el día y de comprobar que, a pesar de la pandemia, a pesar de las restricciones de movilidad, a pesar de no poder reunirte con quien quieres, también puedes pasar un día de los que tardaras tiempo en olvidar.
Un día perfecto, con paisajes que duraran fijados en mi retina, ha sido la mejor manera de acabar este año 2020 tan extraño e imprevisible.

Precioso reportaje