No entiendo mucho de arquitectura pero si sé qué edificios me gustan más o menos, y el Museo Guggenheim de Bilbao era un edificio que quería ver, así que aprovechando unos días libres por la festividad del Día de la Comunidad Valenciana, cogimos el coche y pusimos rumbo al Norte.
Bilbao nos recibió lloviendo, como debe ser. Habíamos ido preparados con paraguas y chubasqueros. Dimos una vuelta por el casco antiguo. Cenamos unas tapas y nos preparamos para ir al día siguiente a ver el objetivo de nuestro viaje: El Guggenheim.

El paisaje que se quedó en mi retina: el Museo Guggenheim
El Museo se ha convertido en el símbolo de la ciudad. Se ve desde todas partes. Es tan vanguardista, tan espectacular, a mí me encantó. Es como una obra escultórica que guarda en su interior otras obras.


Pero no todas las obras de arte están en el interior. En los alrededores del museo se puede ver la escultura de Puppy, el perro hecho con flores que es la mascota de la pinacoteca del Guggenheim y que está construido con una estructura de acero recubierta por una enorme variedad de flores, y un sistema interno de irrigación.
También veremos a Maman, la araña gigante de casi 9 metros de altura y que su creador, Bourgeois, presenta como un homenaje a su madre, que era tejedora, o Los Tulipanes, una escultura optimista y llena de colorido de Jeff Koons, el mismo autor de Puppy.
Con sus más de dos metros de alto por cinco de ancho simula un enorme ramo de tulipanes de colores dejado con delicadeza en la terraza del Museo por algún cíclope gigantesco.


Después de visitar el Museo, si puedes, sube al Monte Artxanda con el funicular, porque es una manera original de ver la ciudad desde otra perspectiva. Y al ver Bilbao desde lo alto, enseguida divisas el Guggenheim, junto a su puente de color rojo.
Este puente, el de la Salve, no es nuevo. De hecho se llama así porque cuando los marineros entraban por la ría hacia Bilbao era el primer punto desde donde se veía la Virgen de Begoña y entonaban su Salve. Lo que es nuevo, de finales del 2006, es la obra «Arcos rojos» de un autor francés que ganó el concurso promovido por el Guggenheim para conmemorar el décimo aniversario del Museo.
Me gusta la arquitectura contemporánea y vanguardista, sigo los proyectos de Frank Gehry y de Norman Foster, mis arquitectos favoritos, pero aunque nunca se os haya pasado por la cabeza el ser «fan » de un arquitecto, y aunque sea solo por curiosidad o por aumentar un poco esa «culturilla general» que no está mal tener, os animo a que busquéis otras obras de este arquitecto.
Algunas de las que mas me gustan a mí son : La Casa Danzante en Praga, el hotel Marques de Riscal, en la localidad de El Ciego en La Rioja Alavesa, el Centro de Investigación Lou Ruvo Brain que se está construyendo en Las Vegas, el Museo de la Biodiversidad en Panamá y muchos más, a cual más atrevido y original, porque la corriente arquitectónica que Frank Gehry sigue es el deconstructivismo que se caracteriza por la sensación de un caos controlado. Y realmente es así. ¡Algún día me gustaría poder verlas con mis propios ojos!


La entrada al Museo cuesta 13 euros. Dentro del Museo lo que más nos gustó fueron las esculturas gigantes de acero del artista norteamericano Richard Serra. Esta obra llamada «La materia del tiempo», es una de las colecciones permanentes del Museo por lo que podrás verla siempre que vayas.
Este Museo es uno de los aconsejaría visitar si vais con niños. Tenéis más información en el post Visitando Museos con niños.
Y de una obra de arte vanguardista nos fuimos a ver otra obra de arte, ésta de ingeniería, pero con más de 100 años de historia: el Puente Colgante de Vizcaya, que es el Puente-Transbordador más antiguo del mundo. Une la ría de Bilbao entre Portugalete y Getxo, y allí fuimos a verlo usando una de las dos líneas de metro que tiene Bilbao.
Para cruzarlo se puede hacer andando por la parte superior o en la barquilla inferior donde también se transportan los coches. Nosotros fuimos de una manera y volvimos de otra, por aquello de no dejar nada sin probar.

Las vistas desde lo alto del puente son espectaculares, la pasarela está a 50m. de altura, y además así se puede ver la estructura desde dentro. Este proyecto de ingeniería data de 1888, siendo el puente-transbordador más antiguo del mundo. En la Guerra Civil fue destruido y se reconstruyó en 1941. Está declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.


Después de cruzar el puente paseamos un rato por el Puerto Viejo de Algorta, que es un barrio de Getxo donde te parece estar en una pequeña villa de pescadores y donde se combinan las casas de marineros junto a un montón de bares. En uno de ellos degustamos unos pintxos espectaculares mirando el Mar Cantábrico.
Y aquí llega el momento de hablar de los pintxos. Si vas a Bilbao no puedes dejar de probar esas «pequeñas creaciones repletas de sabor», como he visto que les llamaban. Ir de pintxos es la forma de socializar que tienen los bilbaínos y realmente es una forma estupenda ya que están buenísimos.
Los podrás probar en cualquier barrio de Bilbao o alrededores, aunque el lugar por excelencia para tomarlos es el Casco Viejo. Podrás encontrar pintxos más tradicionales o pintxos más vanguardistas. ¡Eso ya lo eliges tú!

Igual que a la llegada, Bilbao nos despidió lloviendo, como debe ser. En el camino hacia casa, a unos 35Km. de Bilbao, quisimos pasar por San Juan de Gaztelugatxe, que es una ermita situada en lo alto de un islote y unida a tierra por un puente de piedra. El puente se convierte en una estrecha escalera que va en zigzag hasta llegar a la Ermita.

Como estaba lloviendo bastante no pudimos llegar a la Ermita pero en la carretera hay un mirador desde donde se ven una vistas preciosas del islote.
En el momento en que nosotros fuimos no era un sitio excesivamente conocido, mas bien uno de esos parajes muy apreciados por la gente del lugar pero no muy conocidos por los turistas, que realmente son los sitios que más me gusta a mí visitar, pero en la actualidad y debido a la serie «Juego de Tronos», ahora es un lugar de culto para los miles de seguidores de la serie ya que en la séptima temporada es «Rocadragon, la fortaleza ancestral de la Casa Targaryen donde nació Daenerys en medio de la impresionante tormenta que le dio nombre». Bueno, seguramente esto a muchos os suene a chino pero los que seguís la serie sabéis lo importante que es.
Nuestra siguiente parada es en Mundaka. Un pueblecito pesquero, pequeño y tranquilo, donde varias veces al año se juntan miles de surfistas buscando la ola.

Porque Mundaka presume con orgullo de su ola izquierda, ya que está considerada como la mejor ola de Europa en esta categoría, y por eso atrae cada año a numerosos surfistas y visitantes de todo el mundo. Esa «Ola», comparable a las de Hawai, Tahiti, Australia etc… puede llegar a alcanzar los 4 metros de altura y los 400 metros de largo.
Dicen los expertos que su forma de tubo hace que los surfistas puedan contemplar desde su interior toda la costa y esto le da un valor añadido respecto a las olas de otros lugares. Me pareció curioso.
Que conste que nosotros estuvimos también esperando la ola, pero ese día no llegó. ¡Lastima!

Nuestra última parada fue Vitoria. Una ciudad que no conocíamos y en la que pese a tener casi todos sus monumentos en periodo de restauración, (fijaos si hace años que la Catedral está en obras que se puede hacer una visita llamada «abierto por obras»), nos cautivó con su Plaza Mayor y su plaza de la Virgen Blanca.

También pudimos ver a Ken Follett , bueno a su estatua, que está observando la Catedral, una Catedral en la que se inspiró para escribir el libro Un mundo sin fin, que es la continuación de Los pilares de la tierra.
Así, haciéndole un rato de compañía, le devolvíamos el favor por la cantidad de veces que él nos ha hecho compañía a nosotros con sus libros. ¡Los he leído todos!

Y si no eres de novela histórica pero te gusta leer novela negra no te pierdas el post de la sección Libros Viajeros donde te presento la Trilogía de la Ciudad Blanca, que sucede en Vitoria y la cuatrilogía de El faro del Silencio que sucede en Bilbao y alrededores.
Y como todo se acaba decimos adiós al Norte, con su chirimiri, sus pintxos, su mar Cantábrico, y volvemos al Este, al sol, al Mediterráneo, … ¡y a comer paella los domingos!. Cada lugar tiene su encanto.