Vivo en una ciudad costera pero que siempre ha estado de espaldas al mar, por eso me llaman mucho la atención las ciudades cuyo centro urbano y los monumentos más importantes están al lado del mar, cara al puerto.
Esto es una de las cosas que más me gustaron de Santander, pero no la única. Las ciudades del norte de España suelen ser así, con la Catedral, el Ayuntamiento y los edificios más representativos junto al mar. Y exactamente así es Santander.
Por eso, cuando llegas a Santander solo tienes que ir buscando el puerto para poder aparcar y recorrer su casco antiguo.
Y hay dos edificios que me llamaron mucho la atención. Y además, como no podía a ser de otra manera en Santander, ambos relacionados con la familia Botín.
Uno es el edificio del Banco de Santander. Este Banco es una institución en la ciudad, y el edificio donde se ubicó, la sede central, es impresionante, grandioso, solido y duradero, dando la imagen de solidez y durabilidad que debía dar un Banco en la época en la que se constituyo, a principios del siglo XX, exactamente en 1923, aunque los orígenes del edificio se remontan a 1881.

En la parte superior hay cuatro esculturas que representan: La Agricultura, El Ahorro, La Justicia y La Industria. Actualmente está en proyecto una remodelación de este edificio, que quieren convertir en Museo, para exhibir la colección de arte privado del Grupo, con piezas de El Greco, Rubens, Picasso y Miró. La reforma está en manos del arquitecto David Chipperfield, que ya remodeló la Isla de los Museos de Berlín.
Este edificio está situado en el Paseo Pereda, solamente separado del mar por los Jardines Pereda. Estos Jardines, inaugurados en 1905, están situados sobre terrenos ganados al mar, y tienen una gran variedad de árboles: magnolias, cedros, tilos, manzanos…
Y en estos jardines, y casi tocando el mar, es donde se encuentra el otro edificio que llamó mi atención. En este caso es un edificio moderno, inaugurado en 2017. Se trata del Centro Botín, un centro de arte dependiente de la Fundación Botín.

Lo más interesante de este edificio, además de su diseño, es que se puede subir con ascensor a la azotea para poder tener una panorámica de la ciudad y luego ir bajando por las escaleras y parándote en unos miradores en los que te encuentras suspendido sobre las aguas del Puerto. También tiene en la planta baja una cafetería con bonitas vistas hacia el mar.


Siguiendo el paseo marítimo, bordeando el puerto, también podemos ver la Grúa de Piedra, una antigua grúa que se utilizaba para cargar y descargar los barcos que llegaban al puerto de Santander desde 1900 hasta finales del siglo XX.

Y un poco más adelante, cerca del Club Náutico, nos encontramos con el Monumento a los Raqueros. Los raqueros eran niños pobres que se ganaban la vida lanzándose al mar para sacar las monedas que los paseantes les tiraban. Es una escultura curiosa. Son cuatro estatuas de tamaño natural, muy realistas, que representan a un niño de pie, dos sentados y otro tirándose al agua.

Después de pasear por la orilla del puerto fuimos callejeando hasta encontrar la Catedral. Ésta se encuentra en la calle Somorrostro, frente a la Plaza de la Asunción. Es de estilo gótico y tiene la peculiaridad de de que son como dos Iglesias situadas una encima de otra. Lo bien cierto es que es bastante distinta de otras Catedrales que he visto. Su aspecto exterior es bastante austero pero en su interior tiene piezas de gran valor.

La parte inferior y la más antigua es la Iglesia del Cristo o Iglesia Baja. Es una cripta, construida a finales del s. XII, llena de arcos muy robustos ya que aguantan todo el peso de la planta superior y donde se encuentran los restos de los Santos Mártires San Emeterio y San Celedonio. Su estilo es una transición del románico al gótico y tiene una parte del suelo acristalada desde donde poder ver los antiguos restos de las termas romanas, sobre la que se construyó.

La Iglesia Alta, que es la Catedral-Basílica de Santander, perdió gran parte de sus tesoros en el gran incendio que sufrió la ciudad, por lo que a pesar de haber sido construida en estilo gótico, como la Iglesia Baja, al ser reconstruida tiene numerosos elementos barrocos. A mediados del s. XX fue ampliada.
Volvemos hacia los jardines de Pereda, en cuyo parking habíamos aparcado, y entramos en la Oficina de Turismo de Santander que está en los mismos jardines. Queríamos que nos dieran ideas sobre qué más podíamos ver y dónde podíamos comer y nos recomendaron que diéramos un paseo hasta el faro de Cabo Mayor que al final fue uno de los mejores recuerdos que nos han quedado de la visita a esta bonita ciudad.
El paisaje que se quedó en mi retina: Del Parque de Mataleñas al Faro de Cabo Mayor
Se trata del paseo que va del Parque de Mataleñas al Faro de Cabo Mayor. En este paseo vamos bordeando el mar por encima de los acantilados pasando por pequeñas calas, atravesando parques y viendo Santander en toda su extensión.

El parque de Mataleñas está situado en un precioso lugar con unas vistas sobre la bahía de Santander y la playa del Sardinero que quitan el hipo, así que no dejes de venir, sobre todo si vas con niños, ya que tienen una amplia zona de juegos infantiles.

Pero vamos a la excursión. Lo primero que te encuentras una vez has atravesado el parque, es la entrada a la playa de Los Molinucos. Esta pequeña playa, que queda cubierta por el agua en la pleamar, es una playa muy tranquila ya que su acceso es peatonal y solo se puede acceder a ella a través del Parque de Mataleñas.

Desde allí, y atravesando una puerta, empieza la senda que nos lleva primero a los miradores de Cabo Menor.

La senda va bordeando el Campo de Golf de Mataleñas, hasta que nos encontramos el mirador de Cabo Menor. Aquí, y sentados en un banquito, puedes observar la playa de Mataleñas a tus pies, los acantilados de Cabo Menor a tu derecha y allí al frente, el Faro de Cabo Mayor que es nuestra meta.

A la Playa de Mataleñas se accede bajando unas escaleras. Es una playa situada en un paraje espectacular ya que está rodeada de acantilados.

Seguimos avanzando y llegamos al Parque de Cabo Mayor. Aquí se encuentra el Forestal Park, que ahora se llama Tirolinas go!, que es un parque de aventura que les encantará a las familias con niños ya que, en un pequeño bosque y con recorridos por los árboles distribuidos en circuitos de diferente dificultad, hay actividades del tipo de puentes colgantes, lianas y tirolinas, contando con la ayuda de monitores especializados. El precio va de los 18€ a los 23 €, dependiendo de la altura.
Nosotros seguimos caminando hacia el final de la ruta y después de atravesar una explanada con césped, subes unas escaleras y ya estás en el Faro.

Disfrutamos mucho del paseo y una vez alcanzada la meta comimos allí en el restaurante El Faro, en una mesita con unas vistas de ensueño. Y probamos por fin las rabas de calamar, tan típicas en este lugar.
De verdad que si venís a Santander organizaos para poder hacer este paseo, a nosotros nos pareció encantador.

Ya a la vuelta, y después de haber metido los pies en las frías aguas del Cantábrico en una de las calas por las que pasamos, cogimos el coche para, antes de abandonar la ciudad, visitar uno de sus lugares más representativos, el Palacio de la Magdalena.

Al estar en pandemia, no nos quedaba mucho tiempo para estar por sus jardines, ya que cerraban pronto, además de no poder visitar su interior, pero le dimos la vuelta al edificio, precioso, y ojeamos desde lo alto la Playa del Sardinero a un lado y la costa cántabra al otro.
La entrada a los Jardines es gratuita y es muy agradable pasear por los distintos caminos y sendas que hay por allí. Además al estar situados en una península que se adentra en el mar, la Península de la Magdalena, desde todas partes se ofrecen magnificas vistas de Santander y de las playas que la rodean.

Y así acabamos este día de visita urbana y ya nos volvemos hacia la tranquilidad y el entorno rural que nos ofrece nuestro alojamiento en el pequeño pueblo de Entrambasguas, en el interior de Cantabria.
Y aun me quedará por compartir con vosotros la visita a Suances, a los acantilados de Toñanes, a Comillas con el Capricho de Gaudí, al pueblo de Santillana del Mar y al Bosque de Secuoyas de Monte Cabezón.
¿Qué os parece? Ya os dije que el de este verano del coronavirus fue un viaje muy bien aprovechado.
Un día de 10. Ganas de volver, sobretodo al precioso paseo y a tomar unas rabas de calamar al sol con esas vistas
El paseo hasta el faro es precioso. Toda la ciudad se merece una visita, aunque solo sea de un día.